miércoles, 29 de abril de 2009

Tópicos sobre las mujeres musulmanas en Occidente y en su propio mundo


Tópicos sobre las mujeres musulmanas en Occidente y en su propio mundo

Dado que ya desde las cruzadas el mundo islámico era visto como un enemigo (o el enemigo), el colonialismo disponía de un fértil filón de intolerancia y desinformación al que recurrir El uso de las mujeres como eje central de la visión occidental del Islam no apareció hasta finales del siglo XIX, cuando los europeos se instalaron como poderes coloniales en los países islámicos. Este nuevo protagonismo de las mujeres musulmanas en la versión occidental y colonial del Islam parece ser el resultado de fusionar la antigua concepción del Islam como enemigo del cristianismo y la descripción, tan extendida y útil, que la dominación colonial hacía de todas las demás culturas y sociedades, cuya inferioridad resaltaba en comparación con la europea; por último, y en cierto sentido paradójicamente, apareció el lenguaje del feminismo, que en aquel período progresaba con especial fuerza en Occidente.

9- Durante el peregrinaje a la Meca, los hombres y las mujeres realizan sus rituales conjuntamente, y las mujeres deben tener las manos y la cara descubiertas durante la peregrinación y cuando rezan las cinco plegarias diarias; ambos ritos forman parte de los cinco pilares del Islam. Durante la vida del Profeta en la Meca y en Medina, las mujeres contribuyeron a la vida social y económica de su sociedad, y gozaron de poder social, visibilidad y libertad Llegamos ahora al tema de la aplicación de unas normas religiosas y sociales para las mujeres musulmanas que suponen un retroceso en la historia. La subordinación de las mujeres y la discriminación de la que son víctimas son el resultado de la evolución gradual de las condiciones sociales y económicas existentes en Oriente Medio desde el Neolítico. El auge de la vida urbana, que apareció por primera vez en Mesopotamia (actualmente Irak), aceleró la división de trabajos entre hombres y mujeres, una división que ya antes, en las sociedades agrícolas, había asignado a los hombres un papel cada vez más preeminente como sostén de la familia y fuente de ingresos; ello llevó a las mujeres a dedicar más tiempo a la maternidad y a las actividades domésticas. La vida urbana «redujo aún más el poder social y económico de las mujeres, lo que dio pie a una actitud que las mantenía en una posición inferior».

10- Durante la vida del Profeta en la Meca y en Medina, las mujeres contribuyeron a la vida social y económica de su sociedad, y gozaron de poder social, visibilidad y libertad. Los árabes que salieron de la península arábiga pocas décadas después de la muerte del Profeta en el año 632 para conquistar nuevas tierras por ejemplo, la mayor parte de Bizancio y todo el Imperio persa sasánida pronto se convirtieron en una minoría en los territorios conquistados y se dejaron influir por las prácticas de esos pueblos. Dichas prácticas incluían una forma de gobierno que los abasidas habían tomado de los persas y unas prácticas sociales generalizadas ya antes en las sociedades Siria y persa como la reclusión de las mujeres, que se aplicaron a las musulmanas de las clases altas urbanas durante los primeros siglos del Islám.
11- Así, en términos generales, el estatus del que las mujeres habían gozado en los inicios del Islám empezó a verse socavado y se encontraron limitadas a las actividades domésticas y a la maternidad. La ley islámica se deriva del Corán, que los musulmanes consideran una revelación directamente divina: el hadiz, que son los dichos del Profeta, y la Sunnah, que consiste en las tradiciones del Profeta. Puesto que es sagrado, el Corán no dejaba margen para cambios ni para manipulaciones humanas. No obstante, desde el principio se puso en duda la autenticidad de las transcripciones de los dichos y tradiciones del Profeta, que se escribieron por lo menos un siglo después de su muerte. Los juristas islámicos elaboraron argumentos que justificaban las disposiciones más restrictivas alegando que, aunque el Corán no las impusiera, la práctica de las mismas por parte del Profeta debía darles fuerza de ley. En consecuencia, la sharia, la ley religiosa derivada de esas fuentes, se consideró también infalible. Las restricciones que gradualmente se aplicaron al papel público de las mujeres, la exclusión de éstas de los principales campos de acción de sus sociedades y el dominio que se les impuso fueron el resultado de combinar los peores rasgos de la misoginia imperante en el Mediterráneo y Oriente Medio con un Islám interpretado del modo más negativo posible para las mujeres.

12-Debemos tener en cuenta que todos los juristas eran hombres, al igual que los gobernantes, quienes continuamente buscaban dominar a la población. La mitad de ésta estaba formada por mujeres, y siempre resultaría más fácil someterlas a ellas que a los hombres. Aun sí, el panorama no es tan sombrío. Durante las dinastías omeya y abasida, así como en la España islámica, las mujeres alcanzaron un eleva do nivel cultural y estaban muy versadas en jurisprudencia, historia, filosofía, astrología, literatura y música, entre otras artes y ciencias. A lo largo de la historia un número considerable de mujeres musulmanas desempeñaron un importante papel en la vida pública y fueron gobernantes en cuyo nombre se acuñaron monedas: Asma y su nuera Arwa gobernaron en Yemen (siglo XI); la fatimí Sit al- Mulk en Egipto (siglo XI); Shajarat al-Durr también en Egipto (siglo XIII); la sultana Radiyya en Delhi (siglo XIII); cinco khatun [consorte del kan] mongoles fueron jefas de su dinastía (siglos XIII y XIV), y en el sudeste asiático siete sultanas gobernaron en las Indias, tres en las Maldivas y cuatro en Indonesia (siglo XIV).
13- El estatus de las mujeres musulmanas empezó a deteriorarse cuando empeoró el clima político y económico de sus respectivos países en los siglos XVII, XVIII y XIX, lo que originó una degradación social y un estancamiento intelectual que sentó las bases para malinterpretar la religión, y manipular y dominar a las mujeres con el fin de apartarlas de la sociedad. Pese a todo ello, en El Cairo se fundó una facultad de Medicina para mujeres en 1832, en tanto que el primer centro público de secundaria para mujeres de Estados Unidos no apareció hasta 1824,
14- El mundo islámico hubo presidentas de gobierno que asumieron el poder antes que en Occidente. La poderosa influencia de la economía occidental, que introdujo cambios sociales en el mundo islámico, la adopción de los conceptos de libertad e igualdad de la Revolución Francesa por parte de intelectuales musulmanes y el nacimiento de un nacionalismo moderno entre esos pueblos afectaron a hombres y mujeres en muchos y complejos niveles. Los intelectuales empezaron a reclamar la emancipación de las mujeres de sus ataduras sociales. Por primera vez en la historia las mujeres se encontraron con que su causa ocupaba un lugar primordial en las reivindicaciones nacionales y comenzaron a tener un papel positivo en el logro de las mismas. Los reformadores sociales y políticos de Egipto y Turquía insistían en que se eliminara el velo y se diera mayor libertad a sus compañeras. En el mundo islámico hubo presidentas de gobierno que asumieron el poder antes que en Occidente Desde la década de 1960, por el mundo islámico se ha extendido como un incendio incontrolable un nuevo movimiento político, religioso y social. Se le dio el nombre de islamismo fundamentalista, un término que fue acuñado por los medios de comunicación occidentales y traducido y adoptado por la prensa del mundo islámico. Aun cuando el islamismo político nació en 1928 en Egipto, de la mano de Hassan al-Bannam, fundador de los Hermanos Musulmanes, el llamado islamismo fundamentalista no adquirió fuerza hasta la absurda derrota sufrida por los árabes en la guerra árabe-israelí de 1967. La atmósfera general que reinaba entre las masas, en especial en el mundo árabe, era de profunda decepción respecto a sus líderes y a unos poderes mundiales que afrontaban y
Siguen afrontando, los problemas del mundo islámico con una doble vara de medir y con una aplicación selectiva de los principios de los derechos humanos. Dado que el único poder en el que podían confiar era Dios, la gente recurrió a la religión en busca de refugio ante una realidad política y física deprimente y frustrante. El éxito, en 1979, de la revolución de Jomeini en Irán fue decisivo para reforzar el fundamentalismo islámico y extenderlo por toda la región.
Al igual que los movimientos fundamentalistas judíos y cristianos, en el fundamentalismo islámico hay muchas sectas y divisiones, según la que sea la interpretación de la religión por parte de cada facción. A primera vista, los principios de tales movimientos son obvios ante todo, alcanzar la justicia social mediante la aplicación de los preceptos religiosos a la vida cotidiana, pero el motivo oculto es, por lo general, utilizar la religión para hacerse con el poder político y económico. Así, el fundamentalismo islámico resultó útil para muchos, incluido Occidente. Resucitó la antigua enemistad hacia el Islám, en especial tras la caída del comunismo; de ahí la imagen de los musulmanes como proveedores de petróleo, terroristas y turbas sanguinarias. En consecuencia, los medios de comunicación occidentales volvieron a sacar a relucir el tema de las mujeres musulmanas. Se pusieron en circulación nuevos tópicos basados en libros y películas como De parte de la princesa muerta, entre otros. El velo de las mujeres pasó a ocupar el primer plano. Sin embargo, ese velo que algunas se ven obligadas a llevar y otras adoptan voluntariamente es muy distinto del velo de las primeras décadas del siglo XX. En la actualidad, el velo sirve para varias cosas, por ejemplo: protege contra el acoso sexual en el trabajo, reporta ventajas económicas entre los sectores de bajos ingresos, y es un medio para obtener aceptación social; pero lo más importante es que constituye un modo de afirmar la identidad de la mujer musulmana y un símbolo de resistencia frente a la cultura extranjera y frente a Occidente, que, desde que tiene memoria, ha agredido y degradado a su civilización.
El fundamentalismo islámico resultó útil para muchos, incluido Occidente. Resucitó la antigua enemistad hacia el Islám, en especial tras la caída del comunismo. Los últimos años del siglo XX han encontrado a las mujeres musulmanas ocupando altos cargos y también dedicándose a los empleos más bajos desde presidentas de gobierno a barrenderas, en tanto que el tema de la igualdad de salarios apenas se ha debatido. No obstante, hay dos cuestiones con las que me gustaría concluir este artículo. La primera es la inmensidad del mundo islámico: abarca una extensión geográfica que se expande desde el océano Atlántico hasta el África subsahariana, Oriente Próximo, la península arábiga y el centro y el sudeste asiático. Este hecho por sí solo impide generalizar y afirmar que todas las mujeres musulmanas estén o no emancipadas. Pese a todos los logros de las mujeres en algunos países islámicos, como Turquía, Túnez y Marruecos, todavía hay estados en los que se las considera ciudadanas de segunda clase, aunque la situación está cambiando, si bien es cierto que a paso de tortuga. La segunda cuestión es que vivimos en un mundo dominado por los hombres. Ellos son quienes fijan y rompen las normas. El hecho de que, en todo el mundo, cualquier avance para las mujeres deba ser concedido por los hombres o se les tenga que arrancar por la fuerza es prueba suficiente de su dominio. Los hombres de religión judía llevan siglos repitiendo todos los días esta plegaria: «Bendito seas, Tú, Señor, Rey del Universo, porque no me has hecho mujer». (16, Cito del libro del Génesis). «Parirás a tus hijos con dolor; desearás sólo a tu marido y él te dominará» (Génesis 3,16). Aun así, nada debe disuadir a las mujeres de luchar por sus derechos. Si hoy el futuro es suyo, un día el presente también lo será.

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